lunes, 4 de julio de 2011

El puente.

La escarcha se ve en las orillas de ese río que parece infinito. Sobre él siempre hay una neblina que hace su aura más fúnebre y tenebrosa. Siempre quise llegar al final del río, pero el camino para llegar es duro. Tal vez no dúro físicamente, pero cuando uno se propone cruzarlo, no va a parar hasta conseguirlo. Solía soñar en cómo se vería el río desde el otro lado. Cómo sería mirar a los que están de este lado del río. Y cuanto más cerca estaba de cruzarlo, podía distinguir a una mujer. Siempre de mi edad, con un tapado negro que me extendía la mano. Nunca me hablaba, solo me miraba y extendía su mano ofreciendo llevarme. Suele ser difícil afrontar las situaciones que mi curiosidad me trae. La gente cuando me ve distintas partes del cuerpo se asusta y me pregunta por mis problemas. No me acuerdo una sola vez en la que haya dicho que ''no tenía problemas''. En especial porque si decía que los tenía conseguía todo lo que quería con solo pedirlo. Todo iba bien, hasta que en sueños alguien volvió a aperecer. Era la chica del río. La que siempre me extendía la mano. La que siempre me miraba cuando estaba intentando cruzar. Esta vez estaba mirandome pero con su mano cerrada y muelas crujiendo entre sí. Este sueño se repitió una y otra vez durante muchas semanas después de ese día. Pero ese no fue el verdadero problema. A veces mientras caminaba por la calle, la veía mirandome desde la otra vereda, o sentada en un banco de la plaza. Un día, la joven se me acerca y me susurra al oído: ''Te estoy esperando...''.
Sólo eso dijo. Nada más. Trate de agarrarla, y decirle que pare, pero cuando la agarre de la mano la traspese y ella siguió su camino. Esa misma noche volví a emprender el viaje hacia el otro lado del río. Mientras más cerca estaba, mis manos se helaban y las fuerzas de mi cuerpo se perdían. Poco a poco, perdí mi sentido de orientación y finalmente me desmayé. Al despertar, estaba a solo un paso de cruzar el río y mi sangre se encontraba por todo el puente. Cuando levanto mi mirada veo a la joven, extendiendo su mano mientras sonreía. Luego de un último esfuerzo le tomo la mano y cruzo el río. Pero inmediatamente cuando lo cruzo una sonrisa diabólica se dibuja en su cara, me suelta la mano y yo caigo al suelo. Cerré los ojos, y fue cuando sentí cómo era la escarcha del otro lado del río...